Ayer la vi. Aunque estaba de espaldas, supe que era ella. La reconocí por la lista de nombres mal escritos y mal borrados de su corazón, por las muchas historias inconclusas en las que se había inscrito, y por el tatuaje que alguna vez me prometió no hacerse.
Quise llamarla, sustraerla por unos minutos del murmullo de los peatones, para decirle que a veces soñaba con ella. Pero ya no la recordaba.
menos mal que ya no la recordabas 😀
ponele musica de tango…