Por fin. Llegó. Dulce, como la miel, como tu fruta. Algunos de tus regalos se extraviaron en el vértigo de la vida; otros están desgastados por el uso que les he dado; otros están por ahí, donde los dejaste. Por fin, llegó. El olvido. Tu “nombre” persiste, es cierto, pero tu nombre finalmente se ha marchado. Y con tu nombre, ha partido también la inspiración sepia. Por fin llegó, por fin se fue. Adiós.