De Lina Chamie. 2007. Esta película brasileña, entramado de sentimientos, realidades y tráfico, pertenece al estrado donde reinan las mejores películas que he visto. Podría deshacerme en loas, pero sobre “A Via Láctea” lo más pertinente que puede decirse -y tal vez lo más noble, lo más humano- es: si tiene oportunidad de ver esta película, aproveche y mírela; es toda una experiencia.
Lo que es amar, amo esta película. En su núcleo, es la yuxtaposición de la historia del amor entre Heitor (Marco Ricca) y Júlia (Alice Braga), y un tributo a la ciudad, una ciudad que bien puede ser Caracas, Buenos Aires, Madrid, Londres, Sao Paulo, …
Pero más allá del núcleo hay una riqueza impresionante. La dirección, la semántica de las cámaras, las voces y silencios, la música, las múltiples referencias literarias (Mario Chamie, Italo Calvino, Manuel Bandeira, Drumond de Andrade), los pensamientos comiéndose a Heitor, la forma en que a veces Heitor y la ciudad resultan indistinguibles.
Esta escena con la cajita de música me recuerda que muchas veces tenemos la felicidad total en nuestras manos, y no lo sabemos (o no queremos saberlo, por culpa de nuestros demonios internos). Esas veces, la simple presencia o ausencia de algunas palabras puede apartarnos de lo que tenemos.
Fascinante. Muy emotiva. Las actuaciones perfectísimas. Hacía muchísimo tiempo que una película no me conmovía tanto como lo hizo “A Via Láctea”. Totalmente recomendada.
Nota: Espero ver pronto el nuevo trabajo de Alice Braga, al lado del inmenso Anthony Hopkins en The Rite. Con antecedentes como Ciudad de Dios, Ciudad Baja, A Via Láctea, y I am Legend, anticipo muchísimo. Algo más: en A Via Láctea aparece un hermoso poema de Mario Chamie, que a mí me encanta, y puede leerse íntegramente aquí por cortesía de unatazaconvino.
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