Un día, mientras leía el International Herald Tribune tumbado en la habitación de un hotel de París, encontré por casualidad un especial dedicado a los corredores de maratón. En él entrevistaban a un montón de corredores famosos y, entre otras cosas, les preguntaban qué clase de mantras recitaban en el interior de sus mentes para conseguir autoestimularse durante la carrera. Era muy interesante. Cuando lo leí, quedé admirado al comprobar las cosas tan diversas que la gente pensaba para poder correr aquellos 42,195 kilómetros. Así de terriblemente despiadado era el maratón: un deporte imposible de practicar si uno no se recitaba mantras a sí mismo o hacía algo por el estilo.
Había un corredor que decía que, ya desde que empezaba a correr, y luego durante toda la carrera, no hacía más que rumiar para sus adentros una frase que le había enseñado su hermano, que también era corredor: Pain is inevitable. Suffering is optional, el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional, depende de uno. Por ejemplo, cuando una persona que está corriendo piensa: «Uf, qué duro, no puedo más», lo de la dureza es un hecho inevitable, pero lo de poder o no poder más, eso queda ya al arbitrio del interesado. Creo que estas palabras resumen de manera clara y concisa lo más importante de un maratón.