Casi se puede fechar el nacimiento del cantinflismo. En 1937, Luis N. Morones, dirigente de la Confederación Revolucionaria Obrero Mexicana, califica a Vicente Lombardo Toledano, líder de la central obrera del gobierno, la Confederación de Trabajadores de México (CTM), de “traidor, cobarde, tembloroso, enclenque y Niño Fidencio de Teziutlán”. (El Niño Fidencio es un curandero famosísimo y en Teziutlán nació el líder de la CTM). Lombardo comenta desdeñoso: “Si Morones se propone demostrar su capacidad dialéctica, que discuta con Cantinflas”. Éste, enviado al limbo de lo que no merece réplica, admite por primera vez que su humor tiene un sentido y que ese sentido es la parodia del discurso político:
Lo primero que hice fue pensar en ir a ver a Lombardo para preguntarle con qué objeto… pero luego pensé… ¡pues no! Porque pensándolo bien, verdad, a nadie pudo haber escogido el licenciado mejor que a mí para solucionar la solución del problema… porque, como digo, naturalmente, ya que si él no puede arreglar nada y dice mucho, a mí me pasa lo mismo y nunca llego a un acuerdo… ¡Ah!, pero que conste que yo tengo momentos de lucidez y hablo muy claro. Y ahora voy a hablar claro… ¡Camaradas! Hay momentos en la vida, que son verdaderamente momentáneos… Y no es que uno diga, sino que ¡hay que ver! ¿Qué vemos? Es lo que hay que ver… porque, qué casualidad, camaradas, que poniéndose en el caso –no digamos que pueda ser- pero sí hay que reflexionar y comprender la fisiología de la vida para analogar la síntesis de la humanidad. ¿Verdad? Pues, ¡ahí está el detalle!
Buenísimo, Alejandro.
La verdad es que, visto lo visto, toda persona sensata se quedaría con Cantinflas antes que con cualquiera de los políticos que sufrimos, sea en el país que sea, aunque los haya buenos, en honor a la verdad y a la justicia. Los discursos de muchos politiquillos son peores que los de Cantinflas. Y este, al menos, era divertido. Un genio sin parangón.
Abrazos