Hablo con Borges. Me cuenta: El rey David llamó a un joyero y le pidió que le hiciera un anillo que le recordara, en los momentos de júbilo, que no debería ensoberbecerse, y, en los momentos de tristeza, que no debía abatirse. “¿Cómo lo haré?”, preguntó el hombre. “Tú lo sabrás —contestó el rey—. Para eso eres artífice”. El joyero salió a la calle. Un joven le preguntó: “Anciano, ¿qué te atormenta?”. El joyero contestó: “El rey me ha encargado un anillo” y explicó todo. “Eso es fácil —declaró el joven—. Fabrica un anillo de oro, con la inscripción: Esto también pasará”. Así lo hizo el joyero y llevó el anillo al rey, quien le preguntó: “¿Cómo se te ha ocurrido eso?”. “No se me ha ocurrido a mí, sino a un joven que era así y así”, contestó el joyero. “Ah —exclamó el rey—, ese joven es mi hijo Salomón.” Es una historia perfecta, limada hasta la perfección por los años. Qué bien que el joven no fuera un ángel, como uno temía, sino Salomón.
El anillo
Entrada correspondiente al miércoles 9 de abril de 1958 en el libro “Borges” de Adolfo Bioy Casares.
Sensacional la cita, Alejandro, y muy hermoso el cuento de Borges. Creo que tendría que investigar la relación entre ambos autores y escribir alguna cosilla al respecto en mi blog. De moemnto, me quedo con tu extracto, muy bien elegido.
Abrazos