La gran mayoría de los seres humanos, los que viven en los segmentos más entrópicos del sistema-sociedad, son los más desdichados. Éstos, por falta de energía y de las estructuras adecuadas para aprovecharla -ya sea de manera individual o colectiva- se hunden en la fatiga, la indiferencia, la insalubridad, la enfermedad prematura, el hambre, la ignorancia y el hacinamiento, víctimas de la demagogia y la violencia, rodeados de una persistente inequidad, prácticamente integrados, incorporados y equilibrados con el caos y el desorden, arrastrados prematuramente por la tendencia del universo -del cual son parte- a la estabilidad y la entropía.
Eduardo Césarman (párrafo final de Hombre y Entropía (1974))