Los Leones Fulvos

El inicio de todo

Uno de los proyectos en los que actualmente participo está orientado a la pedagogía escolar, combinando tecnologías de la información y la narrativa de historias. Concretamente, me ha correspondido trabajar con un cuento clásico de Oscar Wilde, “El Príncipe Feliz”, e implementar una serie de actividades educativas en torno a esta historia. El cuento es muy conmovedor, puedo apreciarlo ahora; pero cuando lo leí por primera vez, en mis años infantiles, el cuento me pareció insoportable por tristísimo. Hoy, “El Príncipe Feliz” me parece una obra maestra… ¿ventajas de la inocencia perdida?

La traducción con la que me guío está firmada por Ricardo Baeza… y ya, sin más datos. El libro no contiene ninguna información sobre Ricardo Baeza, y mucho menos indica el año en que completó su loable traducción. Raramente me intereso en la ficha de los traductores, y el nombre Ricardo Baeza seguramente habría sido devorado por mi olvido si no hubiese sentido la tenaza de un capricho que relataré ahora mismo. En la versión original de “The Happy Prince” -en una de las tantas referencias a Egipto por parte de la golondrina- hay una parte que textualmente va así:

At noon the yellow lions come down to the water’s edge to drink. They have eyes like green beryls, and their roar is louder than the roar of the cataract.

El Sr. Ricardo Baeza lo tradujo como sigue:

A mediodía, los leones fulvos bajan a beber a la orilla del río. Tienen los ojos como berilos verdes y sus rugidos son más sonoros que los rugidos de la catarata.

Qué palabra más rara. Fulvo. Los leones fulvos. ¿Qué tanto debe modificar este adjetivo mi recreación mental de los félidos? Mis diccionarios Larousse para consulta rápida no sabían nada. El DRAE me miró con compasión, respondiendo a mi pregunta con silencio. Mis enciclopedias favoritas no registraban esa palabra. Sin embargo, una enciclopedia que no tocaba desde mis años de liceo, arrojó las primeras luces:

fulvípedo: Zool. Aplícase al animal que tiene las patas de color rojo.

fulvirrostro: Zool. Aplícase al animal que tiene el pico o rostro de color pardo o rojo.

Ah, qué fiel has sido siempre, Quillet[ref]Diccionario Enciclopédico Quillet, Editorial Argentina Arístides Quillet S. A., Buenos Aires, 1973.[/ref]. El primer impulso conduce a equiparar fulvo con rojo, pero entonces la traducción es aberrante, porque jamás yellow lions = leones rojos. ¡Pero toda la traducción del cuento es impecable! Me negaba a ver la traducción de “fulvo” como un desafortunado outlier. El instinto me condujo al viejo diccionario de latín de mi madre[ref]Diccionario Ilustrado Latino-Español y Español-Latino de Vicente Blanco García, Madrid, 1962.[/ref], y allí me encontré con esto:

fulvus: rojo, color rosa, rojizo || amarillo dorado || verde obscuro.

Ahora sí estaba perdido. Rojo, amarillo o verde. ¿Una sola palabra para tres colores? Para este caso particular, aceptaré “amarillo dorado”, y asunto resuelto. Leones amarillo dorado. La vida sigue. No obstante, algunos días después, me encontré con otra traducción que ponía “leones rojizos”. La curiosidad me hizo buscar “fulvo” en Google, y aparecieron imágenes y referencias a animales:

Las tórtolas diamantes pueden demostrar varias coloraciones diferentes. Las primeras tenían todas el plumaje plateado, pero ahora ya se ve versiones de color crema, fulvo, marrón rojo y azules.

La coloração, al largo del tronco, es azul-acero (color entre el negro y lo plata) y fulvo (castanho intenso y brillante) en el rostro, patas y pecho.

Rubicán: Se aplica al caballo de pelo mezclado de blanco y rojo. Equus albo et fulvo coloribus mixtus.

¿Rojizo entonces? Se me ocurrió preguntarle a una persona que sabe mucho de varios temas, y si no sabe lo averigua. En un correo al Dr. Osvaldo Butorovich le comuniqué mis dudas sobre esta palabra, y le pregunté si se la había encontrado en su experiencia como veterinario. El Dr. Butorovich, además de sabio, es gentil. A los pocos días recibí una respuesta: su investigación lo condujo hasta el italiano, y averiguó que “fulvo” designa el pelaje de los animales, remitiendo específicamente al color del león, con distintos matices. Además, agrega (copio textualmente): “Así, en los caballos podría hablarse de alazán, en los pájaros pardo o castaño, y en los perros, en diversas razas, como el Cane Corso o el Gran Danés, por dar dos ejemplos, se habla, justamente, de color leonado.”. Mayor claridad imposible; duda resuelta. Un diccionario italiano me dice, sobre fulvo: “biondo rosseggiante, come il pelo del leone”. Fulvo designa, específicamente, al color del león en sus diversos matices. Hay ejemplos bastante concretos de este significado, como sucede con el gyps fulvus o buitre leonado. Mi gratitud para el Dr. Butorovich.

De modo que fulvo le evita al traductor la incomodidad de escribir “leones leonados”. Y sin embargo, aún no deja de parecerme curiosa su elección de fulvo. ¿Por qué no traducir “yellow” directamente como “amarillo”? De hecho, la mayoría de las traducciones que he visto de este cuento de Wilde usan “amarillo”. “yellow” proviene del inglés arcaico “geolu”, relacionado a su vez con la palabra latina “helvus”. Pero en todos los diccionarios latinos que consulté, “helvus” remite inequívocamente al color amarillo, a un tono amarillento. ¿Consideró Baeza que “amarillo” no refleja el color del león, el cual corresponde realmente a un tono más pardo, más rojizo? Quizás por eso su elección. Fulvo. Quién sabe. Ricardo Baeza fue escritor, editor, embajador y traductor. Vertió al español casi toda la obra de Oscar Wilde, incluyendo sus obras de teatro “Una mujer sin importancia”, “Un marido ideal”, “El abanico de Lady Windermere” y “La importancia de llamarse Ernesto”[ref]”De las vanguardias a la Guerra Civil”, por Miguel Gallego Roca en “Historia de la traducción en España”, Editores: Francisco Lafarga y Luis Pegenaute, Editorial Ambos Mundos, Salamanca, 2004.[/ref]. Por casualidad también he encontrado que Baeza formó parte del jurado que declaró a Doña Bárbara (del ilustre venezolano Rómulo Gallegos, incluso presidente durante unos meses en el terrible 1948) la mejor novela de Septiembre de 1929 en España, lo cual constituyó el punto de partida para la difusión internacional de esta obra clásica de la literatura venezolana. Aquí hay un buen perfil, con retrato incluido, de Ricardo Baeza.

Creo que ya está. Me doy por satisfecho.

Verdana

V de Verdana

Cuando yo tenía 16 años, una de las asignaturas que cursaba en la facultad era “Laboratorio de Física”. Si recuerdo bien, el curso encuadraba en el segundo semestre de Informática. La profesora proponía una discusión teórica importante, amparada en un desfile de unidades SI, leyes de Ohm y Kirchhoff, simplificación de redes, etcétera. Sin embargo, fiel a su nombre laboratorista, la asignatura era decididamente práctica: trabajábamos con resistencias, conductores, interruptores, y nos debatíamos entre el multímetro analógico y el digital. La profesora abordaba estas teorías con notable entusiasmo (hasta donde resulta posible el entusiasmo con estas cosas), y el técnico que nos instruía en el apartado práctico se esforzaba por corresponder con los hilvanados teóricos. Sólo el horario me resultaba objetable: las clases ocupaban los primeros espacios de la tarde, y en esas horas, recién completado el almuerzo y extrañada la siesta, lo menos que provoca es atender a las relaciones entre la intensidad, el voltaje y la resistencia. Sin embargo, aquello era miel en contraste con algunas materias realmente aburridas que cursaría algunos años después: desde las 2 pm, con exposiciones interminables sobre temas absurdos; uno termina aprendiendo la utilísima habilidad de dormir con los ojos abiertos.

Insistiré en mis 16 años para tratar de justificar lo que diré a continuación. Cuando uno es joven y arrogante, sobredimensiona el escaso conocimiento que posee. En aquel entonces yo tenía una computadora con Windows y Microsoft Word. Gracias a tal combinación Windows + Word, llegué a la creencia de ser un macho alfa, especie de Napoleón en la pintura de Jacques-Louis David (Napoleon crossing the Alps). Además de la edad, quizás pueda justificarme el hecho de que mi primer editor de texto fue el viejo y fiel “edit” que venía (y viene) con el sistema operativo de Microsoft. Luego mi corazón adolescente recibió el cariño de WordStar durante la época de liceísta. Y bueno, cuando uno viene de bailar con las feas y se encuentra con una medianamente bonita, surge una atracción casi inevitable.

Siempre he sostenido que la emoción del primer beso sólo es comparable con la que sientes en ese otro momento mágico en el que descubres la Nutella. Pero a esas emociones se acercaron muchísimo las cosas sentidas en aquel instante en que desplegué la lista de fuentes: Arial, Comic Sans, Courier New, Times New Roman, System, Verdana, el Paraíso. Como en el tema de Rubén Blades, aparece la lista de fuentes “y el tipo se cree un James Bond”. Entonces, en el primer trabajo de “Laboratorio de Física”, debuté con Verdana. Aunque siempre atiendo mis contenidos con la mayor de las prioridades, no negaré que en aquel trabajo estaba encandilado con mis “habilidades” para la tipografía posmoderna: todo estaba escrito en Verdana, y a mí me parecía el mejor trabajo del mundo sólo por eso. No recuerdo la calificación recibida, pero el número resulta irrelevante ahora. Lo importante es la vividez con la que conservo aquella fascinación mía por Verdana. La primera siempre es especial. Sin embargo, en retrospectiva y con el juicio de la madurez, aquello constituyó una predilección absurda y tipográficamente intolerable para un trabajo de Física. Además, al poco tiempo noté que mi amada Verdana me era infiel: la encontré feliz en los rótulos, encabezados y párrafos de otra gente. Amortigüé el despecho con Arial y Times New Roman, pero todavía tendría que pasar mucho tiempo para que mi camino se cruzara con el amor verdadero (LaTeX); eso es otra historia.

Hace años que no escribo con Word. Y a Verdana, en general, la he reducido a los recuerdos, de los cuales el más claro es éste. Ah, Verdana, vares ser honrada i sincera, i la primera de segona mà[ref]Vares ser honrada i sincera, i la primera de segona mà (Fuiste honrada y sincera, y la primera, de segunda mano) es de la canción La Primera, del disco Per al meu amic de Joan Manuel Serrat.[/ref]. Qué se le hace.

The boy is back in town

El muchacho tenía varios días sin escribir aquí. Estaba de viaje.  El mundo es un lugar maravilloso, a pesar de los telediarios. Pero al regresar, como suele suceder, se encuentra uno con multitud de compromisos, perfectamente apilados, expectantes y urgentes. Hoy, justamente, he cumplido con el más perentorio de dichos compromisos, por lo cual me concedo una pequeña licencia para pasar por aquí. Algunas novedades:

  • Hace algunos días recibí las notificaciones de aceptación para unos cuentos míos: “Un lunes cualquiera” y “Una Jaula” aparecerán en los venideros ejemplares de las revistas Narrativas y Mandeb, respectivamente.
  • Aquí en mi casa, curioseando en un estante relativamente olvidado encontré dos LP fantásticos, uno de Raphael y otro de Nino Bravo. Los adquirió mi mamá hace muchos años, y después de cumplir con su propósito de divertimento en aquellas décadas, los discos habían quedado relegados al polvo. La música de estos dos artistas españoles me fascina, así que le dedicaré un post a estos discos en cuanto tenga más tiempo.
  • Hablando de discos… el “manolenta” Eric Clapton ha publicado un sensacional disco de blues. Su interpretación de Autumn Leaves es magistral.
  • Las esperas de los aeropuertos me han servido para escribir poesía. O mejor dicho, para transformar chispazos de lucidez en versos sueltos. Pero aún falta la amalgama que convierta en poemas esos botes a la deriva.
  • Hace rato que llueve abundantemente en varias partes de Venezuela.
  • En Margarita, este 8 de Septiembre, se celebró el día de la Patrona de Oriente, la Virgen del Valle. Mi pueblo, su gente, su fe.
  • Uuuuhhh… El Barcelona perdió con el Hércules 2-0 en el Camp Nou. No me esperaba eso. Pero gloria al vencedor y honor al vencido. Me gustó el despliegue del equipo de Alicante.
  • Tampoco he tenido tiempo para pasar por mis blogs favoritos. Y hay muchos correos electrónicos que aún debo contestar. Y hay muchas amistades que debo visitar. Todo con calma.

La gente va muy bien

La gente va muy bien es una deliciosa canción de Serrat, que entre otras cosas demuestra que la gente va muy bien para escribir canciones que hablan de lo bien que va la gente 😀 Los versos de esa canción combinan crítica y ternura, como el que dice: La gente va muy bien para aplaudir al jefe, animar el paisaje y preservar la especie. O mi estrofa favorita: La gente va muy bien para contarles cuentos, para darles porrazos y venderles ungüentos. La gente va muy bien… La gente va muy bien para decir que “sí”, para decir “amén”. Me encanta ese tema.

En otro sentido, según lo que he visto y escuchado en estas semanas, agregaré que la gente va muy bien haciendo colas kilométricas para comprar una caja de whisky. La gente va muy bien para comprar unas cervezas en vez de comprar un libro para sus hijos. La gente va muy bien para enviar a sus hijos muy lejos, a campamentos, guarderías, tareas dirigidas, y cualquier cosa que sirva para reemplazar la escuela o el liceo durante las vacaciones. La gente va muy bien para decir: “¿qué #$%&# me ves tú?”. La gente va muy bien para quejarse de sus gobiernos y no hacer nada excepto quejarse. La gente va muy bien para antojarse de alguna cosa justo cuando escasea o ya se ha acabado. La gente va muy bien para envidiar a otros. La gente va muy bien para empezar a leer los diarios por la parte más morbosa. La gente va muy bien para maltratar el lenguaje. La gente va muy bien para escribir alguna entrada sobre la gente. La gente va muy bien para todo. Acá el anormal es uno.

Sin embargo, hay mucha, muchísima gente que va muy bien para regalarnos a todos alguna genialidad, alguna sonrisa inesperada, alguna palabra de aliento, alguna muestra de calidez humana. Bendita sea esa gente.

Óbelo

÷. Ése es su nombre, no lo olvides. Óbelo. Lo viste en aquel libro viejo de aritmética, en el capítulo que habla de progresiones. Después lo encontraste por doquier, como operador de la división. En HTML se escribe con ÷ y así lo ves: ÷. U+00F7 en Unicode. También se le llama lemnisco, y aquí comparte nombre con unas fibras nerviosas (lemnisco lateral, lemnisco medial) y con la “cinta que en señal de recompensa honorífica acompañaba a las coronas y palmas de los atletas vencedores” (definición de lemnisco según el DRAE). Y sí, la palabra lemnisco te recuerda a la Lemniscata de Bernoulli.

En fin, ya sabes. Óbelo. Como en obelisco. Y en inglés, obelus con su plural obeli. La Wikipedia en francés se muestra concisa respecto a su uso en matemáticas:

L’obélus ÷, forme primitive de l’obèle “†”, est un signe utilisé en mathématique pour signifier la division. La division est aussi représentée par les deux-points “:”, ou par la barre oblique “/” utilisé comme barre de fraction.

4 ÷ 2 = 2. Mmm… a veces, a veces.