Al fin, luego de tantos meses de ausencia, la lluvia ha regresado. Una débil premonición en los nubarrones vespertinos, reforzada por el desespero nocturno de los bachacos. Una esperanza más cierta con las primeras gotas de la madrugada, y finalmente, a las 7, el regreso vehemente, ruidoso, húmedo. La lluvia como una vindicación de los varios caídos durante esta inclemente temporada de sequía: por ejemplo, el viejo y dulce naranjo que alegró muchas de nuestras mañanas ha quedado reducido a alimento para el fuego. Pero ésta, como toda lluvia buena, contiene un mensaje de renovación. En los próximos días, con cada reconfirmación de su llegada, aprovecharemos para plantar nuevos naranjos, nuevas conexiones con los frutos benditos de la tierra. El calor se dispersa, uno siente ganas de escribir, y el jazz vuelve a asomar acompañado por el ritmo feliz e inesperado de las nuevas goteras en el techo 🙂
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And yet after the rain
Después de la lluvia, la tarde dispersa los efluvios de la albahaca y la menta, y el último sol inicia su tímido repliegue entre los nubarrones. Las pisadas son firmes, porque el agua aún corre sobre la tierra y las hojas. El triunfo de la naturaleza y su ciclo, las sensaciones renovadas. En una tarde perfecta, llena de aromas, frescura, y recuerdos infantiles, podríamos acompañar el canto de los grillos y la brisa con el bueno de Coltrane interpretando After the rain.