Después de ver Stalker por primera vez, mi favoritismo hacia Zerkalo / The Mirror (otra brillante película de Andrei Tarkovsky) permaneció intacto. Creo que mi predilección por Zerkalo está sustentada en cierta debilidad personal por las secuencias metafóricas. Sin embargo, con el tiempo, a medida que los mensajes y símbolos de Stalker han sido paulatinamente asimilados por mis neuronas, creo que Stalker es mejor película (por favor, no se olvide nunca el carácter totalmente subjetivo de “mejor” en estos tópicos).
Stalker, en contenido, ofrece una riqueza impresionante. La presentación de dicha riqueza, además, resulta magistral: la sutileza domina los movimientos de cámara, con tomas de longitud justa, y con acercamientos (como el del inicio, en la habitación) bastante lentos, perfectos para capturar la atención y fomentar el análisis sobre lo que está sucediendo. En esta película la idea de tiempo corresponde con la fluidez de la cámara: todo transcurre sin saltos; observas, pero sin interrumpir la historia que se desarrolla. En relación con el espacio, hay algo notable: se construye la escena sin mostrarla toda, recurriendo para ello a la mente del espectador. Desde el comienzo la película es genial en este sentido. Por ejemplo, el bar no se muestra, pero lo sugieren, más allá del muro. Y cuando aparece el Escritor, la cámara no permite observar de qué lugar procede éste, sugiriendo implícitamente la presencia de otro espacio. Al respecto, leí que Tarkovsky dijo:
I think, that as little as possible (of film) has to be shown, and from that little the audience has to build up the idea of the rest… the symbol in cinema is a sort of nature, of reality. Of course, it isn’t a question of details, but of what is hidden.
En este sentido, la aproximación artística de Tarkovsky coincide con la de autores como H.P. Lovecraft, defensores de este tipo de reconstrucción mental. Adicionalmente, las películas de Tarkovsky son generosas en simbolismo. En el caso de Stalker, tenemos como algunos ejemplos al tren, al perro, y principalmente, a la Zona (símbolo supremo de la película). En general, con la “zona” Tarkovsky nos enfrenta a la perpetua ansiedad humana por satisfacer sus deseos, sin conocer muy bien el significado de lo que desean, sin saber si la visita a la “zona” les permitirá fortalecerse o autodestruirse.
Ninguno de los personajes me resulta simpático. Stalker, Científico, Escritor, esposa, hija… todos me provocan antipatía. Tal vez la esposa se erige en especie de antítesis frente al cinismo que carcome a otros, como el Escritor y el Científico. Sin embargo, a pesar de lo difícil que resulta simpatizar con él, la dimensión humana del Stalker es fascinante. Es un hombre con un propósito vital extravagante. ¿Qué gana realmente llevando gente a la Zona? ¿Quiere confirmar algo para sí mismo? ¿La manera en que se aferra a las reglas para defenderse del supuesto peligro extremo en tránsito a la Zona, es el reflejo de las dudas que lo consumen?
Una palabra para la escena final, con Monkey: impactante. Muchas interpretaciones son posibles. ¿La complejidad de lo paranormal, o la sencillez del paso del tren?
Y no comentaré sobre la música magistral aportada a la película por ese otro genio, Eduard Artemyev. Aquí está el tema principal de Stalker, una delicia:
Esta película es prácticamente perfecta.