No recuerdo cómo llegué a Qué Joder, el blog de Ligia. Quizás fue la isla a la que me arrojaron las olas de Google. Me gustaron las palmeritas y el calor de la isla, me acostumbré a ella y por eso regreso con frecuencia. Qué Joder es uno de mis blogs predilectos. Admito que tampoco conservo la claridad en las imágenes sobre el primer post que leí allí… creo que era uno donde Ligia hablaba sobre unos libros. Mi bibliofilia me vuelve débil ante cualquier historia sobre libros. También soy débil ante todas estas cosas que el blog de Ligia ofrece en abundancia: ideas brillantes, sólida personalidad, y prosa cumbre. Además, como maravilloso añadido, Ligia tiene un sentido del humor que oscila entre lo tierno y lo ácido, entre lo condescendiente y lo implacable… es algo como aquí hay sitio para todos, aunque a veces nadie se salve de recibir palos. La prosa de Ligia resulta positiva, sin incurrir jamás en ingenuidades. En fin, para mí la lectura de Qué Joder es un placer.
Pero Ligia, mujer virtuosa, también es la mente maestra detrás de otro sitio que igualmente incluyo entre mis favoritos: Simeonístico. La tragicomedia del comportamiento humano, cuadro por cuadro. Y en estas viñetas llenas de gracia se percibe claramente la genialidad de la autora: con unos pocos trazos y unos diálogos breves comunica un mundo entero de ideas; la elocuencia de los genios. Además Ligia aborda asuntos bastante serios sin ningún rastro de temor o preocupación por el qué dirán. Las negritas en “mujer virtuosa” son totalmente intencionales. Porque las ideas de Ligia y el carácter que demuestra al expresarlas corresponden con el de una mujer, mujer de verdad. Como su lector, cuando me encuentro con posts como el celebrado Show me the knuckles!, comienzo a prepararme, a anticipar las frases punzopenetrantes… aquí se viene Ligia, qué irá a decir 😀
Yo solamente soy uno más entre los tantos lectores de Qué Joder y Simeonístico. Es decir, recibo. Ligia también ha revisado algunos de mis cuentos. Es decir, recibo. Ligia también se ha tomado el tiempo de atender mis preguntas sobre Salarrué, e incluso me ha develado el significado de muchísimas palabras en la literatura de Salarrué, totalmente inasibles en principio para mí. Recibo. Luego, Ligia me presentó el blog de su papá, Tragaluz, donde he despejado un poco más la incógnita casi total que era El Salvador para mí. Recibo. Pero recibo aún más: hace algunas semanas, Ligia y su padre me obsequiaron dos libros: Combustiones Espontáneas (escrito por Ligia) y Allá al pie de la montaña (escrito por el Sr. Renán, el padre de Ligia). Los recibí este 19 de Noviembre. Normalmente yo estoy leyendo algo. Al momento de recibir los libros leía la Historia del Cine, de Gubern, y suspendí la lectura para dedicarme a estos dos libros provenientes de la patria salvadoreña. Entre tanto trabajo y las lluvias aquí en Margarita, mi lectura resultó más lenta de lo esperado. Pero ayer los terminé.
Tanto tiempo leyendo Qué Joder hace que “Combustiones Espontáneas” inmediatamente me resulte familiar. 100% Ligia. Todos los relatos son excepcionales, pero mi favorito es Manifesto Tercermundista: me parece el culmen de las sátiras sociales que impregnan todo el libro. Y desde el principio, me atrapó la recursividad del Cuento. Me encantó “Combustiones Espontáneas”. Y además puedo presumir: tengo una dedicatoria con Simeón y la Rana 😀
El libro del Sr. Renán, “Allá al pie de la montaña”, es distinto, muy distinto. “Combustiones Espontáneas” me resulta afín, contemporáneo, joven, casi rockero. Pero “Allá al pie de la montaña” me hace recordar noches de hace años, perdidas para siempre… esas noches… la empresa de electricidad suspendía de improviso el suministro -por sabía Dios cuántas horas- y entonces mi papá, entre las penumbras, comenzaba a relatar las vivencias del pueblo de su infancia. Personajes curiosos, senderos entre la vegetación, casas de barro, distancias inmensas, soledades construidas por los vendavales de polvo. Luego las historias sobre la dictadura, sobre los cambios en la sociedad, sobre las injusticias y la impunidad, sobre los amores que esperan. No se puede leer “Allá al pie de la montaña” sin sentir nostalgia, y en mi caso, nostalgia por un mundo que no conocí: los pueblos forjadores de nuestra América. Hay un tesoro más que “Allá al pie de la montaña” guarda para mí: la aproximación a El Salvador, país del que muy ocasionalmente recibimos noticias, y casi siempre de índole negativísima. Veo que entre Venezuela y El Salvador no hay muchas distancias. En general, las pocas diferencias entre Venezuela y otros países americanos provienen de nuestra economía petrolera. Pero fuera de eso, más allá del petróleo, encontramos historias similares, entramadas en el tiempo, con otros actores. El libro del Sr. Renán es una lujosa vitrina que exhibe significativos retazos de la historia reciente de su país. Abundan las referencias a salvadoreños ilustres, como Roque Dalton. Por cierto, el Sr. Renán ha publicado en Tragaluz un capítulo de “Allá al pie de la montaña”, justamente el que aborda la figura de Roque Dalton. En resumen, para mí, “Allá al pie de la montaña” es una joya.
“Combustiones Espontáneas” y “Allá al pie de la montaña” significan mucho para mí, y los conservaré como los recibí: con mi mayor afecto y agradecimiento.